miércoles, 27 de agosto de 2008

Los peces


Recordarán que hace ya casi seis años zozobró frente a las costas gallegas el petrolero Prestige. Un par de semanas más tarde, ocurriría lo mismo con un carguero, el Tricolor, en aguas del Canal de la Mancha. Pues bien, les dejamos aquí un texto que el cineasta David Trueba escribió a principios de 2003, hablando del tema. Podríamos pensar que ya está pasado de fecha, pero lo cierto es que está de plena actualidad, desgraciadamente.

LOS PECES

Los peces de Galicia miran su futuro con cara de asombro. Los percebes en la roca agonizan sin acertar a comprender por qué los atrapa una negra mucosa tóxica. Un langostino de bigote serio y con su traje de gala habitual sabe ahora que la fiesta a la que acude es su propio funeral. La nécora levanta los ojos al cielo y piensa que ha llegado el fin del mundo. Los peces no creen en Dios, tampoco en el Gobierno, no votan, tampoco reciben subvenciones. Quizá gracias a
ello son más felices y aceptan lo poco que les toca vivir sin resignación y sin angustias. Los peces, que saben bastante del mar, ignoran sin embargo casi todo sobre hidrocarburos. ¿Quién se lo explica?
Los peces del Canal de la Mancha son peces escépticos. Tienen esa leve suficiencia de los ingleses, mezclada con la calma de los franceses. Hace pocos días vieron hundirse en sus aguas al carguero Tricolor, que transportaba casi tres mil coches. En el fondo del mar cercano a las costas británicas descansan ahora montañas enormes de Volvo, Saab y BMW. Los peces, al principio precavidos, han perdido el miedo y recorren las tapicerías de cuero, se apoyan en los reposacabezas, algunos han desovado en la guantera y a los más pequeños les gusta jugar al tobogán sobre el volante. Un pulpo pasa la tarde haciendo sonar la bocina y accionando los intermitentes y el limpiaparabrisas todo a la vez. Un anguila traviesa se perdió por la negrura del tubo de escape y terminó encontrando la luz al otro lado de la lave de contacto. No sabe aún que recorrió las tripas del progreso. Desconocen los peces del canal de la Mancha que miran corroerse las carrocerías brillantes, que ahora son dueños del sueño de muchos humanos. Coches seguros, con cuádruple airbag, con frenos ABS y cinco velocidades. No creo que ningún pez de la zona se decida a montar un concesionario, jugarán con los esqueletos como si fuera un raro museo absurdo, “estos hombres…”, se dirán.
Los peces del mundo nos deben de mirar asombrados. Ellos sí saben que el mar lo es todo. No podrían creer que el hombre es capaz de destrozar su propio hábitat, de autoeliminar su futuro. Ningún animal lo haría. Tampoco saben que algunos hombres han llorado al mirar sus playas ni que otros han viajado del interior para echar una mano. Quizá tan sólo los peces de acuario saben algo de los hombres. Observan desde la urnita instalada en la cocina o el salón nuestras debilidades, miedos, complejos, nuestra estúpida manera de comportarnos. Podrían acaso explicarles a los demás…
Da miedo pensar lo que piensan los peces de nosotros.
foto: earl53/morguefile

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